Hoy es un día triste para todos los leoneses, seis mineros muertos. Seis hombres jóvenes, porque sólo estando en plena forma y vigor se puede soportar el tener que trabajar en un pozo a 694 metros de profundidad.
Estas montañas, tan bonitas, se venden muy caras. Hay que arañar la superficie de la tierra: sembrar, cultivar y pastorear. Pero también rebuscar en sus entrañas en busca de la veta de carbón.
Nuestros dos abuelos fueron mineros, en aquel entonces bajaban a la mina con un pájaro, si el pájaro moría sabían que faltaba el oxígeno y que había que salir. Siempre atentos también a sus pequeñas lámparas, si la llama se apagaba o era débil había peligro.
Cincuenta años después, estos hombres parecen tan vulnerables como lo estaban nuestros abuelos con sus pajaritos. Pertrechados sólo con un casco con avisador que no avisó del escape de grisú.
Cuando
alguno de aquellos hombres conseguía abandonar la mina, y encontrar
otro trabajo, había algo de la mina que todos echaban de menos: el
compañerismo y la solidaridad.
Trabajo durísimo, de hombres heroicos.
D.E.P.
Ursicinio Martínez, el escultor palentino, como minero que fue, tiene una serie de esculturas donde refleja, con mucha crudeza, el esfuerzo y las terribles condiciones en que picadores, rampleros o vagoneros trabajaban.
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